En los últimos años, la preocupación por el cambio climático y la búsqueda de soluciones más sostenibles en el sector del transporte han puesto a los vehículos eléctricos (VE) en el centro del debate. Los estudios demuestran que, a lo largo de su vida útil, los vehículos eléctricos pueden emitir hasta tres veces menos dióxido de carbono (CO₂) que los vehículos de combustión, incluso en países donde la producción de electricidad sigue dependiendo de combustibles fósiles.
Pero, ¿esta reducción está garantizada en todos los contextos?
Para responder a esta pregunta, es fundamental analizar no solo el uso diario de estos vehículos, sino también factores como la producción de baterías, la matriz energética utilizada para la recarga y el ciclo de vida completo del vehículo.
En este artículo, exploramos cómo los vehículos eléctricos se comparan con los de combustión, qué factores influyen en sus emisiones totales y cuál es el papel de la transición energética en la maximización de sus beneficios ambientales.
¿Cómo reducen las emisiones de CO₂ los vehículos eléctricos?
Los motores de combustión interna, utilizados en la mayoría de los vehículos tradicionales, funcionan quemando combustibles fósiles, como la gasolina o el diésel, para generar energía. Este proceso ocurre en la cámara de combustión, donde el combustible se mezcla con aire (oxígeno) y se inflama. La reacción química resultante libera energía que mueve los pistones y, en consecuencia, impulsa el vehículo.
La ecuación general para la combustión completa de un hidrocarburo, como la gasolina (aproximadamente C₈H₁₈), es:
C₈H₁₈ + 12,5O₂ → 8CO₂ + 9H₂O
En este proceso, el carbono presente en el combustible se combina con el oxígeno, formando dióxido de carbono (CO₂), mientras que el hidrógeno se une al oxígeno, formando vapor de agua (H₂O). Sin embargo, en condiciones reales, la combustión rara vez es completa, lo que genera la emisión de otros contaminantes, como monóxido de carbono (CO), óxidos de nitrógeno (NOx) y partículas finas.
Por otro lado, los vehículos eléctricos eliminan por completo la necesidad de este proceso químico. Utilizan un motor eléctrico alimentado por baterías recargables, que convierte la energía eléctrica en movimiento de manera eficiente, sin combustión de combustible y, por lo tanto, sin emisiones directas de CO₂ ni otros contaminantes.
Para ilustrarlo, mientras que un coche de combustión emite, de media, aproximadamente 107 gramos de CO₂ por kilómetro recorrido, según datos del Consejo Internacional de Transporte Limpio (ICCT), un vehículo eléctrico elimina estas emisiones directas. Además, al no generar contaminantes como NOx o partículas finas, los vehículos eléctricos contribuyen significativamente a la mejora de la calidad del aire en las ciudades.
¿Dependen las emisiones de la matriz energética?
Aunque los vehículos eléctricos no emiten CO₂ directamente durante su uso, las emisiones totales asociadas a ellos pueden variar según la matriz energética utilizada para cargar sus baterías. La matriz energética de un país determina la proporción de fuentes renovables, como la energía solar, eólica o hidroeléctrica, y fuentes fósiles, como el carbón y el gas natural, en la generación de electricidad.
Según un estudio de Transport & Environment, incluso en países altamente dependientes del carbón para la generación de electricidad, como Polonia, los vehículos eléctricos siguen emitiendo al menos un 30% menos de CO₂ a lo largo de su ciclo de vida en comparación con los vehículos de combustión. En países como Suecia y Francia, donde la electricidad proviene mayoritariamente de fuentes renovables o nucleares, esta reducción puede alcanzar aproximadamente el 80%.
Fuente: Transport & Environment
Esto significa que, a pesar de las diferencias en la matriz energética de cada país, los vehículos eléctricos siempre presentan una ventaja ambiental frente a los de combustión. Además, a medida que más países invierten en energías renovables, la huella de carbono de los vehículos eléctricos seguirá disminuyendo en los próximos años, convirtiéndose en una solución cada vez más sostenible para la movilidad.
Producción y ciclo de vida: ¿los vehículos eléctricos son realmente más sostenibles?
Además de las emisiones generadas durante el uso diario, es fundamental considerar el impacto ambiental a lo largo de todo el ciclo de vida del vehículo, desde su producción hasta el final de su vida útil. Este enfoque permite una comparación más justa entre los vehículos eléctricos y los de combustión.
Uno de los principales argumentos en contra de los vehículos eléctricos es el impacto ambiental de la fabricación de baterías, que requiere la extracción de materiales como litio, cobalto y níquel. Este proceso consume energía y puede generar emisiones significativas, especialmente en regiones donde la electricidad aún proviene de combustibles fósiles. Sin embargo, estas emisiones iniciales se compensan con el tiempo, gracias a la mayor eficiencia de los motores eléctricos y a la ausencia de emisiones directas durante la conducción.
Como vimos en la sección anterior, incluso teniendo en cuenta la producción de baterías, los vehículos eléctricos ya destacan en términos de sostenibilidad y seguirán reduciendo su huella ambiental a medida que evolucione la infraestructura energética. Además, la industria automovilística está invirtiendo en soluciones para minimizar el impacto ambiental de la fabricación de baterías.
Por ejemplo, el Grupo Renault ha establecido una colaboración con Veolia y Solvay para fomentar la economía circular en la recuperación de metales de las baterías de vehículos eléctricos al final de su vida útil, contribuyendo a su reciclaje eficiente.
Este progreso, junto con la mayor eficiencia de los motores eléctricos y la continua reducción de emisiones en el sector energético, refuerza la tendencia hacia un impacto ambiental cada vez menor. A largo plazo, esta transición no solo beneficia al medioambiente, sino que también fortalece la independencia energética de los países y reduce la contaminación urbana, mejorando la calidad de vida.
Entonces, ¿los vehículos eléctricos realmente reducen las emisiones?
Basándonos en los estudios analizados, los vehículos eléctricos ya han demostrado una reducción significativa de las emisiones de CO₂ a lo largo de su ciclo de vida. Pero, ¿cuál ha sido el impacto real de la electrificación en el sector del transporte?
Según un estudio de la Agencia Internacional de la Energía (IEA), los vehículos eléctricos ayudaron a evitar aproximadamente 80 millones de toneladas de CO₂ en 2022, gracias a su creciente adopción en todo el mundo. Esta reducción equivale a las emisiones anuales de países enteros como Grecia o Austria.
Además, la agencia prevé que, para 2030, si las ventas continúan creciendo al ritmo actual, los vehículos eléctricos podrían evitar más de 700 millones de toneladas de CO₂ al año, lo que representa una contribución clave a los objetivos globales de descarbonización.
Por su parte, un estudio de Transport & Environment estima que, en 2030, los vehículos eléctricos serán, en promedio, más de cuatro veces más limpios que los vehículos de combustión, considerando la progresiva descarbonización de la red eléctrica europea.
Estos datos demuestran que la electrificación de la flota mundial no es solo una promesa, sino que ya está teniendo un impacto medible en la reducción de CO₂. La expansión de las energías renovables, las mejoras en eficiencia energética y el reciclaje de baterías seguirán potenciando los beneficios medioambientales de los vehículos eléctricos en los próximos años.
Conclusión
Los vehículos eléctricos son, sin duda, una de las principales soluciones para reducir las emisiones de CO₂ en el sector del transporte. A lo largo de su ciclo de vida, emiten significativamente menos CO₂ que los vehículos de combustión, incluso teniendo en cuenta la producción de baterías y la fuente de electricidad utilizada para su recarga.
Con la creciente adopción de energías renovables y los avances en el reciclaje de baterías, la huella ambiental de los vehículos eléctricos seguirá disminuyendo en los próximos años. Además, la mejora de la infraestructura y la eficiencia de los motores refuerzan su papel clave en la transición energética.
Si bien la electrificación del transporte no es la única solución a la crisis climática, representa un avance significativo en la reducción de emisiones y la mejora de la calidad del aire. Con inversiones continuas y políticas públicas adecuadas, los vehículos eléctricos seguirán impulsando un futuro más sostenible.